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Nos trasladamos hasta Tbilisi, capital de Georgia, a través de uno de sus edificios más emblemáticos, artística y culturalmente.
Georgia es una de las exrepúblicas soviéticas del Cáucaso. La antigua “Iberia” se independizó de la URSS en 1991, pero su historia se remonta a las primeras civilizaciones humanas reconocidas; los primeros restos humanos encontrados fuera de África estaban allí …y tienen 1.8 millones de años. Famosa por la leyenda de Jason y sus argonautas, se dice que el vellocino de oro fue robado de la Colhkida por Jason cuando se encontró con Medea, princesa (hija del rey Eetes) y hechicera georgiana, ¡hace cinco mil años!; la Colhkida (al oeste) e Iberia (al este) formaban la Georgia antigua.


El actual Teatro Nacional de la Opera en Tbilisi (antes Teatro Imperial) comenzó a construirse en 1847 por el arquitecto italiano Giovanni Scudieri. Inaugurado en 1851 sufrió un gran incendio en 1874 y su reconstrucción (de la mano del arquitecto ruso Victor Schröter) finalizaría para su reapertura en 1896. Un nuevo incendio en 1973 destruiría su interior y requeriría de otra restauración (en 1978 por los arquitectos Murtaz Chachanidze y Leri Medzmariashvili). En 2010 ha sido remodelado nuevamente.


Situado en la avenida Rustaveli, el teatro lleva el nombre de Zakaria Paliashvili (1871-1933, en honor a uno de los fundadores de la música clásica georgiana, que también creó la Sociedad Filarmónica de Georgia y dirigió el Conservatorio estatal de Tbilisi, además de componer la música que sirve de base al himno nacional de Georgia. Sus restos reposan en el jardín del Teatro homónimo).
De estilo arquitectónico neo-morisco, tiene un aforo de más de 1200 personas. Fue el primer teatro de ópera de Transcaucasia. El Teatro también alberga el Ballet Estatal de Georgia y es uno de los centros de la vida cultural de Tbilisi.
El billete de 100 laris de Georgia de 2016 nos ofrece en su reverso una imagen del edificio que alberga el Teatro de la Ópera de Tbilisi, en una perspectiva de finales del s. XIX, sin vegetación a su alrededor. Sobreimpreso al edificio, a la derecha del reverso se muestran unos pentagramas de la partitura del Himno Nacional de Georgia, compuesto por Z. Paliashvili. En la esquina superior derecha un pequeño escudo de armas del país. A la izquierda una farola clásica.
Hoy en día está rodeado de jardines y cipreses con mausoleos de personajes célebres de la cultura musical del país.
En su anverso nos muestra a Shota Rustaveli junto a ilustraciones y versos de su más famoso poema épico “El caballero de la piel de tigre”. Shota Rustaveli fue un poeta georgiano del s. XII, príncipe y tesorero de la reina Tamara de Georgia. Su apellido hoy da nombre al Premio Nacional S. Rustaveli, máxima distinción georgiana en arte y literatura. También se nomina así la calle más importante de la capital Tbilisi, avenida Rustaveli, que casualmente alberga el Teatro de la Ópera que vemos en el billete.

Con textos en georgiano y en inglés, fue diseñado por el artista Bacha Malazonia. Lleva la firma del Presidente del Banco Nacional Koba Gvenetadze. Entre sus seguridades, un hilo vertical con la inscripción “100 ლარი” que cambia de color al girarlo (de rojo a morado), una banda holográmica con el valor “100” y la cabeza de Rustaveli, una banda vertical iridiscente con el valor y una figura que solo se perciben al inclinarlo y una marca de agua con la cabeza de S. Rustaveli y el valor del billete “100₾”.
Un paseo por Tbilisi, además de llevarnos al Teatro de la Ópera más importante del Cáucaso, nos exige visitar la Catedral de la Santísima Trinidad (la más grande del mundo cristiano ortodoxo), pasear por las callejuelas del Old Tbilisi con sus típicas casas y balcones de madera, recorrer las orillas del río Mtkvari y los puentes que unen sus laderas, visitar la iglesia armenia Metekhi y contemplar la estatua ecuestre del rey Vakhtang Gorgasali (fundador de Tbilisi en el s.V), sumergirse en los baños termales de azufre, …



y subir en teleférico al castillo fortaleza Narikala.
¡Arte con historia en un país milenario, …para disfrute del notafílico!
¡Yo estuve allí …en 2018!