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Estamos hablando de unas sorprendentes ruinas grecorromanas en mitad del desierto sirio; Palmira gozó de su máximo esplendor entre el s. I y III dc, como capital del desierto a mitad de camino entre el Eúfrates y el Mediterráneo y parada obligada de caravanas provenientes de Mesopotamia, India y China. Comenzó su decadencia de manos de la Reina Zenobia (de legendaria belleza y dícese descendiente de Cleopatra), cuando decidió acuñar su propia moneda además de someter con su ejército a Anatolia, Siria y el bajo Egipto; Roma no se lo permitió y el emperador Aureliano acabó con los palmiranos en el año 272.

La Vía Columnada era una calle de 1100 metros que daba acceso al núcleo urbano, su carril central medía 11 metros de ancho. Comenzaba con un arco monumental de tres vanos perpendicular a la calle, detrás del que se iniciaban dos filas de columnas corintias de 9,5 m de altura y 1 m de diámetro. Su primer tramo finaliza en el Tetrapilo o elemento arquitectónico decorativo formado por ieciséis columnas de granito sobre cuatro pilastras cuadradas. Actualmente está reconstruido y solo una de las columnas es original.
La lejanía de cualquier lugar habitado (Palmira está a 240 km de Damasco en pleno desierto) y cinco metros de arena permitieron conservar esta maravilla arquitectónica grecorromana hasta que fue restaurada en el s. XIX.


El billete de 100 libras sirias de 1962 nos muestra en su reverso el primer tramo de la Vía Columnada, desde el Arco Monumental hasta las primeras hileras de columnas.

El billete de 500 libras sirias de 1998 nos muestra en su anverso el comienzo de la Vía Columnada con el Arco de tres vanos y algunas de las columnas en pie detrás de ellos. Delante del arco han dibujado el Tetrapilo con sus 16 columnas sobre las 4 pilastras. A su derecha se nos muestra un busto de la Reina Zenobia.


¡ “Yo estuve allí …en 2010”!